CRÍTICAS DE LECTORES
Nada alimenta más el ego de un escritor que una buena crítica aparecida en los medios. Pero para alimentar nuestra alma de artista no hay nada mejor que la opinión de un lector que no te conoce de nada.
Mi padre decía que soy aprendiz de todo y maestro de nada; así pues, partiendo de esta aseveración que nunca puse en duda, voy a intentar dar mi opinión de su, tu novela. ¿Puedo tutearte? Nacimos el mismo año.
Escribes que “todo escritor que se precie de serlo ha de procurar mantener el interés y la fuerza del relato hasta su conclusión.” Estoy de acuerdo. Para mí, lo consigues. Como carezco de formación para analizar aspectos técnicos, sólo tengo un elemento que avale mi opinión: no me he aburrido en ningún momento. El interés por la trama y los personajes ha sido continuo, página tras página. Y eso que, cuando estudiaba, la Restauración española de finales del siglo XIX y principios del siglo XX me pareció caótica y difícil de memorizar…
Esto ha favorecido mi curiosidad por la época en la que transcurre tu novela. Pienso que no es fácil escribir un texto manejando tanta documentación.
Fotografía: Jorge Navarro Pérez
Tiene mucho mérito jugar con ella y darle una estructura literaria que enganche al lector sin cansarle. Me gusta mucho como describes los personajes, los objetos y sobre todo, las estancias: las veo y no me siento perdido.
En cuanto a los personajes, además del barón (terrible pero lleno de matices) me encanta Ramón Casas por empatía y por su capacidad de observación. Considero que el oficio de escritor tiene algo de mago pues juegas con lo real y lo imaginario. Lo
mezclas y sale un texto que intenta ser “redondo” pero, como Eulalia Recasens habría dicho, lo que importa es que entretengan.
Por último, hago mía esta reflexión:“considero que por si alguna razón venimos a este mundo no es para sufrir, sino para disfrutar las cosas que se nos ofrecen de la mejor manera posible.” Así lo hice con tu novela. Gracias.
MANUEL ESCOBAR CABALLERO
Me han parecido unos libros muy interesantes. Muy bien documentados porque cuando habla de temas como la pintura se ve que el escritor se ha documentado bien. Son tramas muy coherentes, intrigantes y amenas de leer.
Oscar MATEO
La historia del primer libro me ha parecido muy completa, fácil de leer y agradable. El segundo libro tiene un desarrollo de la trama muy bueno con muchos personajes y un final soprendente. El tercero todavía no lo he terminado.
Teresa BEÀ
Con Las cinco muertes del barón airado debuta Jorge Navarro en la narrativa con mayúsculas,
en la novela de formato largo y lo hace de la mano de una marca editorial de gran prestigio, la
centenaria Seix Barral y en su colección emblemática: Biblioteca Breve. La novela, que comenzó
siendo un relato con el que el autor obtuvo el premio literario Federico Muelas-Ciudad de
Cuenca, reposaba en el cajón del escritor desde el año 1996. En aquellas fechas, Pere Gimferrer la descubrió, decidió publicarla, pero “los hados se torcieron” hasta 2009 en que definitivamente se enmendó su destino de novela impublicable.
Jorge Navarro agasaja al lector ante todo con una novela de intriga y ambientación costumbrista, que amalgama perfectamente historia y ficción, si bien con el predominio de esta última, en el turbulento final del siglo XIX barcelonés, un escenario literario privilegiado, entre dos acontecimientos que marcan fronteras: el atentado del Liceo contra el capitán general Martínez Campos y el crimen de Castelldefels. Es una época de grandes agitaciones, una época híbrida en la que conviven, en evidente disonancia, las viejas querencias de una sociedad cerrada, clasista, rebosante de temores ancestrales, odios, caciques que ejercen el poder, y lo nuevo, los nuevos fermentos generados o auspiciados por el sufragio universal, las ideologías revolucionarias, el progreso, la industrialización, el ferrocarril…
En esa precisa época (1893), sitúa Jorge Navarro una narración que pivota entre la figura y avatares del gran protagonista de la historia, Amadeo Castellfullit y Rocafort, barón de Castellfullit, uno de los hombres más ricos y poderosos del país, personaje inventado, si bien apropiándose de ciertos rasgos, guiños y magnificencias del banquero Manuel Girona. Y el crimen de Castelldefels en el otro extremo de la narración.
El barón de Castellfullit es el estereotipo de los prohombres de la rancia nobleza de la España decimonónica: prepotente, manipulador, megalómano. Par él la única ideología válida es la del dinero y el poder (página 33). Ante las autoridades eclesiásticas pasa por ser un hombre justo y virtuoso, porque sufragaba los gastos de la Iglesia. Pero su personalidad se construye sobre los cimientos de la hipocresía y la inmoralidad. Viaja a Madrid -así da comienzo la narración- con la intención de convencer a la Reina Regente y a los destacados miembros del poder y del partido conservador, de la necesidad de orquestar un golpe de fuerza (“La Gran Causa” eufemismo de una dictadura militar). Desde ese momento se convierte en un grave problema que es preciso eliminar. Pero son muchas más las personas, comenzando por su esposa, que le detestan. Todas tienen motivos para desear su muerte, que de hecho planean, aunque de forma ineficaz. En la órbita de este tirano soberbio actúan una serie de personajes de lo más variopinto. Algunos como su mujer Eulalia, Sofía Reina y el pintor Ramón Casas, coprotagonistas; otros, secundarios que se mueven en distintos planos.
Audacia y mérito del narrador es sin duda unir, sin discordancias, esta historia ficticia con el crimen de Castelldefels, un hecho real que conmovió a la sociedad barcelonesa de entonces, causando perplejidad y estupor en la opinión pública, y que llevó al garrote vial a Joaquín Higueras / Figueras. El escritor conoce perfectamente los entresijos de este crimen y los del juicio posterior, por ser coautor del estudio El crimen de Castelldefels (1999). La novela desfigura ciertos datos, como el número de asesinados y el nombre de algunos personajes, pero, en general, es fiel a la realidad, hasta el punto de reproducir literariamente, con pequeños adornos, los discursos de los actores del juicio. Un jurado popular, manipulado por “la grandilocuencia y la chispa humorista” del Presidente del tribunal, apoyando siempre los argumentos del fiscal y burlándose de los de la defensa, condenó a muerte al inculpado, que sería ajusticiado poco después, vistiendo la misma hopa con la que fue ejecutado Santiago Salvador, el acusado del atentado del Liceo.
En la narración de este crimen y posterior juicio y ajusticiamiento del acusado se pone de relieve la hipócrita paradoja de la doble moral de la época: ciertos prohombres de aquel momento defienden y consideran aleccionadora la pena de muerte, mas, al mismo tiempo, pretenden liberarse del sentimiento de culpa, realizando súplicas humanitarias a las altas instancias de la nación.
La novela insiste en la repercusión expiatoria de Castellfullit, consciente de que se ejecuta a Higueras / Figueras para disimular errores cometidos; el más importante de todos, el hecho de que el barón siga vivo.
En el haber del debut de Jorge Navarro, subrayo desde mi punto de vista, su competencia para mantener la intriga a lo largo de más de trescientas páginas; la integración de un amplísimo número de personajes; su modulación hasta el punto de lograr personajes redondos, que evolucionan a lo largo del relato (son antológicos los del barón, su esposa Eulalia y el pintor Ramón Casas); el trabajo de documentación que le permite crear con gran verosimilitud escenarios, tiempos y, sobre todo, ese espacio costumbrista de la Barcelona finisecular. La audacia así mismo para atrasar o adelantar acontecimientos históricos, justificable debido al carácter ficcional de una obra paradigmática desde el punto de vista de la inyección de elementos novelescos en los acontecimientos históricos. Son los “desmanes” que el escritor confiesa haber cometido, pero de los que no se arrepiente porque favorecen la “redondez” de la novela (página 332).
Y en el debe de Jorge Navarro mi lectura anota una cierta lentitud, premiosidad y sobreabundancia de detalles. Y, sobre todo, un final poco creíble: un barón airado y prepotente que, de pronto, cae del caballo y se impone una penitencia que se convertirá en venganza para toda su dinastía, no deja de ser una contrición inverosímil.”
Francisco MARTÍNEZ BOUZAS en su blog "Letras Kiltras".